Ciudad de México, 23 de octubre (SinEmbargo).– La realidad para los inmigrantes en Estados Unidos es dura y dista mucho del llamado American Dream o “sueño americano”. Por el contrario, la prosperidad anhelada se convierte en una lucha diaria en la que las costumbres y tradiciones amenazan con diluirse. Sin embargo, es en este ambiente de resistencia cultural en donde se origina el tema central de un fotógrafo quien documentó a través de su lente la discrepancia entre ese “sueño” y la realidad.
De acuerdo con la vieja definición del “American Dream” todo lo que se necesita es trabajar duro, para tener las oportunidades para lograr felicidad y prosperidad, sin importar de dónde vengamos. No obstante, para los latinos en la Unión Americana una brecha grande se abre entre lo anhelado y los hechos.
Tomando en cuenta esto, el fotógrafo Sam Comen emprendió la serie “Lost Hills”, que recibe el nombre de de un pueblo en el Valle Central de California, de unos tres mil 500 campesinos, en su mayoría trabajadores agrícolas e inmigrantes indocumentados.
Evocando a las imágenes brillantes y bien retocadas de la gran mayoría de las revistas de moda o espectáculos, Comen acentúa la disparidad entre el discurso y la vida diaria de los hispanos utilizando este recurso que a la vez sirve de mensaje.
Para realizar este proyecto Comen siguió de cerca los pasos de los latinos que viven en en esta comunidad del condado de Kern, ubicado al norte de Los Angeles, en donde los hispanos representan poco más del 38% de una población local dedicada principalmente a la agricultura, además de la producción de petróleo, gas natural, energía hidroeléctrica, eólica y geotérmica.
“Lost Hills es un pueblo de tres mil 500 trabajadores agrícolas y campos petroleros ubicados en el extremo sur del Valle Central de California, la misma región agrícola donde los ‘Oakies’ (gente procedente de Oklahoma) se dirigieron en busca de trabajo en su huida de los cuencos de polvo de la década de 1930”, escribe Comen en su sitio web sobre esta región a la que hoy un nuevo grupo de inmigrantes, esta vez chicanos y mexicanos, conforman una nueva avanzada procedente de la tierra seca del Valle.
Cuando podría pensarse que con tales antecedentes los habitantes de esta región viven en completa bonanza lo cierto es que la pobreza se mantiene latente como una amenaza que espera cualquier descuido de estos hombres mujeres y niños que aún arrastran vestigios de su cultura materna en un entorno que les es hostil.
“Estas personas encarnan el arranque solidario y el espíritu cooperativo de la frontera del oeste americano”, agrega el fotógrafo, quien resalta el hecho de que ahora “están viviendo una nueva versión de la experiencia ‘Oakie’ tan prominente en nuestra psique nacional”.
Comen arroja intencionalmente un resplandor sobre estas personas y queda plasmado en cada fotografía. Es mediante esto, así como a través del empleo de una paleta de colores saturados y una luz penetrante que logra suavizar la dura realidad de estos inmigrantes, creando un espacio de belleza entre la apariencia y la realidad física de las imágenes captadas.
“Debido a que algunos de los residentes de Lost Hills son inmigrantes indocumentados todos son asumidos como tales y, por lo tanto, les puede ser cortado su propio sueño americano, y negarles un lugar en el registro histórico de Estados Unidos. Estoy interesado en documentar el filo de este cuchillo de inclusión que estas personas negocian cada día”, concluye Comen, quien con su obra pretende reflejar las experiencias diarias de estos trabajadores y hacer eco de que la idea del sueño americano puede ser un ideal mucho más complejo.